Es bien conocida la sentencia que muchos atribuyen a Ruiz de Santayana “quien olvida su historia, está condenado a repetirla”.
Y, amigos, en España estamos viviendo momentos que la historia recogerá como ejemplo vivo de esa cita.
A comienzos de noviembre de 1975, con Franco ya en la recta final de su vida (fallecería el 20 de noviembre de ese año), Marruecos encontró el momento ideal para expoliar a España de su territorio sahariano. Si digo que el momento era ideal es porque, con el General fuera del juego político, ninguna cabeza dirigente asumía con autoridad la toma de decisiones políticas.
Y a pesar de que el contingente militar español en la región, era más que suficiente para frenar la pretensión, y en contra del deseo de la mayor parte de los españoles, sin tener en cuenta tampoco las Resoluciones de la ONU al respecto, el monarca alauí se encontró con una alfombra, en este caso verde, para la ocupación de la provincia española por parte de un ejército de mujeres, niños y mendigos.
Y así, sin que las fuerzas militares españolas disparasen un solo tiro, y obligadas por los políticos a huir como con conejos, perdimos una de nuestras últimas posesiones.
Hoy, la historia se repite con Ceuta y Melilla, ciudades españoles que el reino marroquí sigue contumazmente reivindicando.
Con la única diferencia del color de la Marcha, que ha cambiado su color Verde por el Negro, este humilde español percibe claramente que, 43 años más tarde, la historia se repite. En esta ocasión, igual que entonces, carecemos de gobierno que tome las drásticas decisiones, políticas y militares, que la situación requiere y, como dice el refrán, “cuando el gato duerme, bailan los ratones”.
Porque todo apunta, por más que nadie lo señale, a que detrás de estos asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla, está la negra mano de Marruecos que ve una posibilidad inigualable de ocupar ambas poblaciones cuando sus habitantes, desesperados, las abandonen.
Al igual que en la otra ocasión, nuestras fuerzas se ven obligadas a cesar en su obligación de guarda de las fronteras, ya que los políticos les vedan el uso de la fuerza, incluso para la defensa de sus vidas.
Pero, en esta ocasión, hay más ratones que bailan; son las ratas que encarnan esta banda de políticos izquierdistas que, además, airean en las redes sociales su satisfacción por esta negra invasión. Casi me atrevería a aseverar que, en el fondo, están considerando a este ejército de infelices, como sus particulares huestes con las que enfrentarse al resto de españoles. En otras palabras, quieren ganar la guerra que perdieron, cruzando el Estrecho, como hizo Franco, con su ejército de moros.
Así que, amigos, lo tenemos crudo…
José Ignacio Sánchez Rubio
ignacio.sanchez@derechaliberal.es