Caridad, solidaridad o responsabilidad
Te ganarás el pan con el sudor de tu frente…
Genesis 3.19
Esta sentencia profética, es la que nos dejó Moisés en el primero de sus libros del Pentateuco. Pero ninguna palabra de Dios indica que el sudor pueda ser el de la frente de los demás.
Y San Juan nos habla de la caridad para con los demás, pero tampoco la refiere como una obligación, sino como un acto voluntario pero no exigible; la tercera de las virtudes teologales.
Pero otros dos vocablos políticos se refieren a los mismos efectos de la caridad: la solidaridad y la responsabilidad; y ambos formas parte de los textos legales que, como cualquiera sabe, son imperativos.
Mediante la caridad, ayudamos a otros de manera voluntaria y con lo nuestro, a sobrellevar las miserias mundanas. Y la contraprestación que recibimos cuando hacemos caridad, en la satisfacción de nuestra conciencia.
Mediante la solidaridad, también contribuimos al mismo fin, pero de no de forma voluntaria y directa, sino indirectamente a través de la parte que, de nuestros impuestos, se dedica a tales finalidades. Pero no recibimos retribución alguna, sino la correspondiente sanción en caso de que no paguemos “al César lo que es del César”.
Finalmente, a través del mecanismo jurídico de la responsabilidad, contribuimos igualmente a pagar, con el sudor de nuestra frente, lo que debió pagar otro con el de la suya.
Por no remontarnos a tiempos pretéritos, hoy en día elegimos a un grupo de personas para que, mediante instituciones y mecanismos que ellos mismos ingenian, y que nosotros financiamos, nos proporcionen una mejor vida (o, calidad de vida, como les gusta decir); para ello, crean nuevos impuestos o incrementan los ya existentes. Y esos impuestos los tenemos que pagar todos, incluidos aquellos a los que denominamos políticos.
Solo que los políticos pagan sus impuestos con las retribuciones que ellos mismos se fijan, y que se pagan con los impuestos que ingresamos los “sudorosos”, mientras que los demás sí que los pagamos únicamente con el sudor de nuestra frente, (lo que nos lleva a concluir que también los impuestos de los políticos los pagamos los demás).
Y no solo nos establecen impuestos, sino que, además, quieren que seamos felices, aunque sea a la fuerza. Y regulan toda nuestra vida marcándonos, con normas de obligado cumplimiento, cual ha de ser nuestro comportamiento en todos los órdenes de la existencia.
Al final, uno se pregunta si, realmente, fue para eso para lo que, en elecciones de dudoso carácter democrático, elegimos a los políticos, que se postulan con unas promesas electorales que, como ya dijo otro, “se hacen para no cumplirse”. Pero no pasa nada; y la ruleta sigue girando.
La mayoría de los “sudorosos”, que estamos en desacuerdo con esta situación, nos preguntamos qué se puede hacer, mientras esperamos que otros, o Europa, nos resuelvan la papeleta. Pero mientras seguimos discutiendo “si son galgos o podencos”, el mal sigue avanzando; pero nos limitamos a expresar nuestro desacuerdo con continuos reenvíos de WhatsApp, que semejan a esos árboles que no nos dejan ver el bosque.
Si tú, lector paciente, que has llegado hasta aquí, sigues preguntándote qué se puede hacer, la solución es muy clara: ¿No somos nosotros los que elegimos a los políticos, que dicen que solo pretenden servirnos?; pues nosotros también somos los que hemos de evitar que nos defrauden.
Hace apenas un mes, un grupo de “sudorosos” españoles ha fundado una asociación denominada PROTEGER ESPAÑA; para eso, para protegerla y protegernos de los que únicamente quieren que sudemos para ellos.
Yo ya me he inscrito. Y tú, si eres otro “sudoroso”, ¿por qué no lo haces?.
José Ignacio Sánchez Rubio
“sudoroso” y español