El precio del Estado

Artículo de opinión publicado en Lancelot Digital el 17 e julio de 2.012 (Pinche aquí para ver publicación)

El precio del Estado

El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía.
(Karl Marx
)

10 de julio de 2.012

Un viejo proverbio comercial dice que “el cliente siempre tiene razón”. Lo que no se, exactamente, es si eso quiere decir que al cliente hay que darle la razón como a los tontos, para que siga comprando o que, realmente, lo que tiene que hacer un buen comerciante es considerar que su primera obligación es satisfacer el deseo de su cliente.

Y esto viene a cuento, en relación con lo que les decía la pasada semana, que nos encontramos en una especie de círculo vicioso, en el que no sabemos a ciencia cierta por qué elegimos a políticos que busquen nuestra felicidad, para que después resulte que no hacen otra cosa que recortarla. O bien a base de incrementar nuestras obligaciones para con el Estado, o bien a base de impedir que el Estado nos devuelva lo que es nuestro.

Empiezo por lo primero. Es claro, que el sistema político de que nos hemos dotado, tiene como objetivo regular la vida en común de propios y extraños con una serie de reglas. Para eso se inventó el Estado que, como invento, es mas viejo que la Tana (o que Aristóteles). Es decir, como resulta que tenemos que convivir unos con otros, hemos de buscar, razonablemente, una forma de equilibrio de esa convivencia de forma que, como dicen los abogados, que el derecho de uno no impida el de otro.

Y así nació el Estado. Ese ente indefinible e indefinido que, en realidad, solo consiste en la cesión de parte de nuestra individualidad (o de casi toda) para que sea gestionada, comúnmente por el Estado, en beneficio de todos.

La cuestión nuclear es que, desde que el mundo es mundo, siempre ha habido personajes que, de manera seducea, han buscado ladinamente beneficiarse de la bondad y buena voluntad ajenas. Y, así, hemos llegado donde hemos llegado.

La cosa empezó buscando la forma de ponernos de acuerdo. Y así empezó el diálogo, luego vino la concesión y. al final llegó el acuerdo. El acuerdo de como convivir todos con el que iniciaba esta página. Pero, amigos, aquí empezaron a aparecer y a proliferar los arribistas. Aquellos que nos decían lo que era mejor para nosotros y, claro, por ese tiempo que nos dedicaban a decirnos esas bondades, necesitaban que les pagáramos, aunque luego hicieran lo contrario de lo que nos habían anunciado. Pero no solo eso, además, a su vez, necesitaban recibir consejo acerca de aquellas materias sobre las que nos tenían que aconsejar y, claro, a sus consejeros también teníamos que pagarles. Luego llegó el personaje incómodo, aquel al que igualmente teníamos que pagarle para que, desde la oposición, nos dijera lo contrario que los primeros.

Pero no para ahí la cosa. ¿Recuerdan lo que les decía al principio del cliente?. Uds. y yo somos clientes de algunos comerciantes o suministradores de servicios pero, al menos de momento, podemos prescindir de sus servicios o productos, sin tener que optar por otros. Y, aquí viene la gracia de la cosa, del Estado no se nos permite prescindir. Bueno, en realidad, puede Ud. dejar de utilizar los servicios que le ofrece, ya sean aparentemente opcionales o ya sean forzosos. ¿Que Ud. no está de acuerdo con la calidad del agua que su Ayuntamiento o Cabildo le proporcionan?, ajo y agua; y por si acaso hay alguien que no lo entienda, lo digo en cristiano: a joderse y aguantarse. Porque no le queda otra. Y así podría seguir. Y todo esto, ¿por qué? me pregunto. Hasta ahora, y nadie me ha dado otra respuesta,  porque los políticos son caros y tenemos que mantenerlos.

Ud., por ejemplo, puede optar, si quiere, a tener un mayordomo, un chofer… en fin, a rodearse del tipo de colaboradores que imagine que van a hacer su vida mas placentera. Pues, con pagarlo, ya lo tiene solucionado. Y cuando no pueda o no quiera seguir con ese tren de vida o, simplemente, cuando se de cuenta de que todos esos servidores que tiene a su servicio no pegan ni chapa, y su único objetivo es vivir a su costa, entonces le queda la posibilidad de prescindir de ellos. Parece de sentido común, ¿no?. Pues a nosotros la única posibilidad que se nos ofrece es volver a quitar a los de ahora, para seguir con los de antes. Eso si, pagándoles cada vez mas, mientras que los funcionarios, los pensionistas, los jubilados, los autónomos… y el resto de los españoles, cobramos cada vez menos y debemos cada vez mas.

Por eso, no me cansaré de decir que somos nosotros los que tenemos que resolvernos el problema.

Y, como una imagen vale mas que mil palabras, a aquellos de Uds. que sepan acceder a Internet, en poquito tiempo les facilitaré un lugar a donde dirigirse, que no va a ser sino un lugar desde donde empezar a remontar el vuelo. Porque esto nos importa a todos y, en especial a Ud. Igual da que sea funcionario, o empresario, o asalariado o pensionista. Todos nosotros nos estamos hundiendo por pagar a esta casta de sanguijuelas que son los políticos a sueldo (a sueldo fijo).

Y en el próximo número les hablaré de otra casta: Las asociaciones que gestionan los derechos de autor.

Servidor de Uds.

José Ignacio Sánchez Rubio

Abogado y economista

ignacio@rwall.es

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