En pleno verano, con las calorinas de agosto, entre caña y caña se me ha ocurrido que esto de la política en España tiene mucho de folclórico (por no decir todo).
En concreto, me parece que la situación política, a que nos han llevado sus señorías los parlamentarios, se asemeja mucho a la historia que suele relatar cualquier sevillana (me refiero a las canciones, no a esas mujeres maravillosas de nuestra Sevilla).
Como digo, es habitual que, como si de una obra teatral en cuatro actos se tratara, la letra de las sevillanas vaya describiendo los lances que acontecen en la relación entre un hombre y una mujer.
¿Han pillado el hilo de la cuestión?, pues ahora supongan, a efectos únicamente dialécticos, que los políticos son los folclóricos y folclóricas danzarines y nosotros los sufridos espectadores de la jarana.
Por eso, y para buscar una comparación, voy a referirme a aquella conocida sevillana “Mírala cara a cara” de José Manuel Moya.
De lo que se trata, en este caso, es de comparar el devenir electoral actual con cada una de las cuatro estrofas que forman cualquier sevillana; en este caso con la que les he indicado.
Pues bien, la primera estrofa dice:
Mírala cara a cara que es la primera
y la vas seduciendo a tu manera…
En el intento de investidura de las elecciones de diciembre pasado, después de que en la feria política se fueran observando unos y otros, uno de los galanes fue aplicando lo que dice esa letra y fue seduciendo a la moza que le parpadeaba detrás del abanico. Lo que no contó el “mushasho” es con que el padre de la chiquilla no lo iba a consentir.
Así que… siguió el baile y dice la segunda:
Mírala cara a cara que es la segunda
cógela por el talle, las caras juntas…
En este punto en que estamos, el primer galán, un tanto descompuesto por el desaire anterior, se retiró a no se sabe dónde y otro mozo se puso a probar suerte con la misma “mushasha” anterior.
Esta vez, recordando los consejos del maestro Moya, se pegó a ella y le susurró al oído las mil promesas que la chica quería escuchar. Pero, probablemente desconfiada por el anterior encontronazo, no le contestó ni sí, ni no, sino todo lo contrario.
¿Y, ahora, qué viene?.
Evidentemente no soy Nostradamus, pero voy a intentar emularlo, con la ayuda de esa joya de sevillana. Así que nos vamos a la tercera que, como se dice en otra, es la más interesante.
Y es, más o menos, lo que vendrá a suceder. Desairados los anteriores galanes, aparecerán otros que no desmayarán en la suerte de las terceras elecciones, en las que como dice la tercera estrofa:
Mírala cara a cara, que es la tercera
y verás con que gracia te zapatea…
Entonces, el tercero de los efebos, zapateado en sus partes nobles, dará paso a un cuarto porque, en esto de trincar de la política, nunca faltaran danzantes.
Y aquel cuarto lancero (lo digo por lo de lance), recordará que la cuarta dice:
En la cuarta, los lances definitivos,
que se sienta en su vuelo pájaro herido…
El adalid pensará, en buena lógica, que ya la tiene dominada por hastío; pero lo que no contará es que, a estas alturas del baile, la “quiya” ya no está herida sino muerta. Y como la sevillana termina aquí, ya no se me ocurre lo que pasará en la quinta donde, si no quedan ya bailarinas, habrá que cerrar el baile.
O pasar de las sevillanas a los carnavales y hacer el entierro de la sardina.