El 155…

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Llevamos ya un tiempo sumidos en la incertidumbre de cual sea el resultado final (si es que hay un final) del disparate secesionista catalán.

Los acontecimientos del 1 de octubre del año del Señor de 2017, con el referéndum-noreferéndum que se llevó a efecto en Cataluña, han desembocado en una especie de estado catatónico de la población, que asiste anonadada a esta especie de disparate, de corte vodevilesco, con que nos atosigan los medios de comunicación y las redes sociales a todas horas y que, para que no falte la nota musical del espectáculo, ha puesto de moda como canción del otoño al memorable “Que viva España” de Manolo Escobar.

Y si no fuera por el dramatismo que la situación encierra, ybque el personal político parece ignorar, habría que pensar que todo esto no es más que una moderna versión del “pan y circo” romanos que, como aquel, tiene la exclusiva misión de dar entretenimiento gratuito al pueblo para que no piense en otras cosas. Cosas como la imbecilidad de los separatistas catalanes, que no son tan tontos, y que han encontrado en este espectáculo la forma de cobrar un jugoso sueldo cada mes y, ¿tal vez?, el premio del bote final que consiste en quedarse con los más de tres millones de Hectáreas de fértil terreno que ocupa Cataluña, sin pagar un solo euro por ello. O cosas como las impenitentes vacilaciones del Gobierno de Rajoy a la hora de castrar el proyecto separatista.

Me ha dado por meditar acerca de lo que estarían pensando los padres de nuestra Constitución de 1978 cuando, después de crear las Comunidades Autónomas, redactaron el hoy famoso Artículo 155. Un artículo de corte punitivo (pero no tanto), que de forma ambigua permite que el Gobierno, previa aprobación por la mayoría del Senado, adopte las medidas necesarias para obligar a aquellas al cumplimiento forzoso de sus obligaciones o a que proteja el interés general.

Desde luego, no se me ocurre que pasara por la cabeza de ninguno de los siete padres de la Constitución, el que alguna de las Comunidades Autónomas recién constituidas entonces, quisiera separarse del resto de España; es más, para eso estaba ya el Código Penal que castigaba (y sigue castigando) las conductas separatistas en cualquiera de sus formas.

Y tanto es así, que hasta el momento nadie ha desarrollado reglamentariamente este popular Artículo 155 y, en consecuencia, ahora el gobierno deambula entre continuas improvisaciones de las que surgen a diario variadas interpretaciones.

Tengan en cuenta Uds., amigos lectores (hay que ser muy amigo mío para llegar hasta aquí y seguir leyendo), que no estamos ante ilícitos penales cometidos por una institución como la Comunidad Autónoma, o el Parlamento Catalán, o el propio Gobierno de la Generalidad. Porque las instituciones no cometen delitos; en todo caso, los delincuentes son las personas físicas que, como tales, encarnan los cargos institucionales. Y por eso, este artículo 155, resulta pura fanfarria. Por supuesto, sin perjuicio de que el Gobierno pueda disolver el parlamento catalán y convocar nuevas elecciones autonómicas, medida de muy dudosa constitucionalidad, porque no está claramente definida en la Constitución y parece contraria a lo que dispone la propia Norma en su artículo 2, en cuanto al derecho de Autonomía.

En otras palabras, vamos a ver qué pasa en los días que siguen al momento en que escribo estas líneas, jueves 26 de octubre del año del Señor de 2017. Porque bien podríamos encontrarnos con que los separatistas sigan erre que erre con su latrocinosa conducta, o con que el Gobierno del Partido Popular adopte medidas que, después, el Tribunal Constitucional anule por contrarias al derecho. Sí, por descabellado que parezca, aquí cabe cualquier posibilidad y, como decía aquel adivino, lo más seguro es… que ya veremos.

Con lo sencillo que resultaría la aplicación de los Títulos XXI y XXII del Libro Segundo del Código Penal a cada uno de los facinerosos, y lo rápida que se presentaría la solución del problema.

Eso sí, estamos en España, y España “is different”. Por eso, inmediatamente han comenzado a surgir y a circular por las redes sociales chascarrillos de todo tipo, como ese que aludiendo al próximo sorteo de la Lotería de navidad, una de las pocas tradiciones que se conservan, dice que el número 155 va a caer muy repartido.

Servidor de Uds.

José Ignacio Sánchez Rubio

ignacio@derechaliberal.es

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