Diferencias entre Pablo Iglesias y yo

LDsmallHace apenas un año, me embarqué en la constitución de NOSOTROS y TU, Partido Político Español, junto con un puñado de españoles de bien.

Ahora, en estos días en que los europeos nos debatimos en la incertidumbre del futuro de Grecia, y las consecuencias que para los demás países de la UE traerá la solución que se le de,  y cuando nos encontramos a las puerta de unas elecciones generales que van a marcar nuestro futuro durante los cuatro años próximos (si hay suerte), o tal vez para muchos años mas (si los que viven del petróleo venezolano dan la campanada), me he puesto a pensar en las diferencias que hay entre el dueño de Podemos y de un racimo de partidos que, para disimular, se denominan con otro nombre, y yo, que no soy dueño de nada pero que, provisionalmente, soy el Presidente de NOSOTROS y TU, Partido Político Español.

Y he llegado a las siguientes conclusiones:

Pablo Iglesias es relativamente joven; yo soy relativamente viejo.

Pablito, tiene una envidiable mata de pelo con una desgreñada coleta que da la impresión de sucia; a mi me queda muy poco pelo en la cabeza, pero si los tuviera en la cabeza nunca llevaría coleta.

Don Pablo, es el amo de un partido político con un puñado de franquicias; yo solo soy el Presidente provisional de otro (hasta que los afiliados elijan a la nueva directiva antes del 3 de diciembre).

El Sr. Iglesias hace y deshace a su antojo en sus partidos (que tal vez no sean suyos sino de algunos venezolanos); yo, ni pincho ni corto en NOSOTROS, porque aquí todo se hace de acuerdo con la voluntad de los afiliados (que son sus dueños).

Pablete, financia sus partidos (según parece), con dinero opaco proveniente de gobiernos enemigos de España; yo estoy en un partido, que no tiene una gorda y se desarrolla con el trabajo y las donaciones de los afiliados.

Por eso los financiadores de Don Pablo no se deducen nada en el IRPF y los afiliados de NOSOTROS de deducen todas sus donaciones

Pablo Iglesias, según él mismo dice, está a favor de que España se divida en múltiples repúblicas; yo, haré todo lo posible para que España sea solo una y de todos los españoles.

El Excelentísimo Sr. Don Pablo Iglesias, vive a costa del Estado; yo las paso canutas para llegar a final de mes.

Su Señoría Don Pablo es rico pero de izquierdas; yo soy mas pobre que una rata, pero de derechas.

Don Pablo (Iglesias), es un dictador (como Maduro) y amenaza (como Maduro) y aquí se acaba su madurez; yo nunca digo una voz mas alta que otra y (por mi edad), ciertamente soy maduro.

Podría seguir, pero prefiero que los que me conozcan terminen de rellenar el catálogo. Y los que no me conozcan, será porque ellos no quieren, porque a mí me encantaría.

ignacio@nosotrosytu.es

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¿ Derecha o Izquierda ?

derecha o izquierdaEn estas fechas han vuelto a resurgir, tal vez con la máxima fuerza durante los últimos cuarenta años, las diatribas entre izquierda y derecha. Evidentemente, me refiero a los conceptos políticos de estas dos orientaciones.

He de anticiparles mi opinión de que, realmente, buena parte de la gente que anda enfrascada en estas peloteras, no sabe muy bien lo que, políticamente, significan ambos términos. Lo que no cabe duda, es que todos nosotros lo relacionamos con el uso que el Estado hace de nuestro dinero y de la forma en que lo consigue.

Partimos de la idea, ya formulada por Hobbes en el siglo XVII, de que cada hombre desea alcanzar el estado de máxima felicidad pero, en sus apetencias, choca con los mismos deseos de los demás hombres. Y por eso llega a la conclusión de que ha de establecerse un contrato social, en el que el individuo cede parte de sus derechos al Estado para que este los administre y los devuelva a la sociedad en la forma más justa.

Y este, precisamente, es el quid de la cuestión; ese contrato social sigue vigente de forma implícita, pero no todos los individuos lo contemplan desde la misma perspectiva. Y ello, porque en esa cesión de derechos individuales al Estado, los individuos que lo componen no ceden los mismos derechos ni en igual dimensión. Porque, básicamente, los derechos que se ceden son los de la libertad y la propiedad. Y de esa forma, aun siendo Ud. libre para circular cómo, cuándo y por donde le pete, ha de ceder parte de ese derecho al Estado para que, administrándolo, evite que el uso de su derecho colisione con el de los demás ciudadanos.

Lo mismo puede decirse de la propiedad. En principio, cabría predicar que las cosas son propiedad de su dueño, que no es otro que aquel que las adquiere de forma lícita. Pero aquí viene la cuestión: es Ud. libre para conseguir con su esfuerzo o habilidad todas las cosas que pueda desear, pero una vez que las ha obtenido, no es enteramente libre para usarlas o consumirlas; y ello porque, simplemente, ha de ceder una parte de lo que tiene (o todo), al Estado, para que este lo administre y lo devuelva a la sociedad en la forma que considere más justa.

Pues esta, y no otra, es la cuestión que separa a unos individuos de otros. Y hemos dado en llamar de izquierdas a aquellos cuyo propósito es que cedamos al Estado el máximo de nuestros derechos para que, luego, estos se repartan de una forma justa entre todos y, particularmente, entre los más necesitados. Tal vez con la salvedad de que el izquierdoso lo que considera adecuado es que sean los demás, y no él, los cedentes de derechos.

Por su parte, los que llamamos de derechas, lo que pretenden, también con buena dosis de sentido común, es que si los derechos de cada uno son de él, no tiene por qué cederlos de manera forzosa al Estado ya que, en general, el Estado en nada le ayudó para obtenerlos, porque si hubiera sido así, no estaríamos ante una cesión de derechos, sino ante una devolución de lo que no era nuestro.

Si analizamos el asunto con maldad, lo que nos encontramos, obviamente, es que los de izquierdas consideran que ellos tienen menos que los de derechas y que es justo que se les quite parte de ello (o todo), para que se redistribuya entre los más débiles. Y entre los más débiles se encuentran los enfermos. Por eso no entiendo esa debilidad por la izquierda para perseguir al catolicismo que, políticamente es de izquierdas.

Y al llegar a este punto del razonamiento el pensamiento se me va, casi sin querer, a una enfermedad humana que no forma parte del catálogo de dolencias de la Organización Mundial de la Salud. Me refiero a la holgazanería.

Cuando Dios expulsó a la primera pareja de humanos del Paraíso terrenal, les condenó, como si de una maldición gitana se tratara, a ganar el pan con el sudor de su frente. Y esta condena, y no otra, es la que ha traído por la calle de la amargura a la humanidad, desde que el mundo es mundo.

Sucede que, cuando el ser humano nace, no hay una regla exacta de cómo va a comportarse en la vida. Por mucho que Mendel de devanara los sesos en formular sus leyes genéticas, lo cierto es que a la fecha no podemos saber cual va a ser la deriva que tome un ser humano. Y no es infrecuente, que de gente vaga y haragana nazcan personas trabajadoras y responsables. Pero también lo es el fenómeno inverso. Y así, tenemos vagos de izquierdas y de derechas.

¿Y que busca el vago?. No hace falta que yo les conteste porque ya lo han pensado algunos de Uds. El vago, es claro, tiene una enfermedad, ya he dicho que no diagnosticada como tal, que le impide trabajar; igual que el lumbago nos impide caminar derechos, el sudor de su frente a que fue condenado por Dios para ganar el pan, es la primera Sentencia que no está dispuesto a acatar el haragán. Y lo que hace es escaquearse, buscar que el sudor lo ponga otro y quedarse él con el pan. Por eso el vago que tiene dinero es de derechas y el que no lo tiene, del lado opuesto.

Por el contrario, el individuo diligente, disfruta cumpliendo aquella condena; incluso hay algunos que parecen adolecer de masoquismo porque cuanto más trabajan más quieren hacerlo. En general, este tipo de individuos es de derecha.

Y hay una cosa más. Generalmente, parece como si al vago le hubiera dotado Dios, para compensar, de un plus de perspicacia que le permite vivir a costa de otro y, encima, recibir su agradecimiento. Hoy, no me estoy refiriendo a los políticos, que también podrían encajar aquí perfectamente.

Precisamente, el vago, descubrió hace ya tiempo, con su particular interpretación del contrato social, que la mejor manera de conseguir vivir a su modo, sin dar un palo al agua, era utilizando la política. De esta manera además su comportamiento es legal, ese concepto tomista que cada uno, como si fuera un ascua, arrima a su sardina según le conviene, porque lo primero que hace el vago si consigue llegar al poder, es convalidar su forma de vida por medio de la ley ad hoc. Porque la forma de gobierno de países como Venezuela, Cuba o China, no se equivoquen Uds. es totalmente legal y se acomoda a lo que sus gobernantes han decidido que lo sea.

Por eso les invito a que cada uno de Uds. piense donde llegaríamos, si se pusieran de acuerdo todos los ladrones, los criminales, los violadores… en fin, todos los delincuentes de nuestro país y se plantearan de que manera podrían vivir a nuestra costa, sin ningún problema. Ninguna duda tengo que se le ocurrirá a Ud. la misma respuesta que a mí: metiéndose en política.

Hace algún tiempo, se me ocurrió poner en mi blog una especie de test para saber si uno es de derechas o de izquierdas. Tal vez sería interesante que lo realizara Ud. para así salir de dudas. Si lo desea, lo tiene pinchando en https://sanchezrubio.eu/?p=35

Y, después de esto, ¿se ha preguntado Ud. si es de izquierda?

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La oferta y la demanda políticas (El oro y el moro)

banderaDesde que el mundo es mundo, existe una ley, no escrita, que se encuentra implícita en el comportamiento de todos los humanos, y que todos ellos acatan sin rechistar. Me refiero a la ley de la oferta y la demanda.

La formulación simplista de esta ley del consumo indica que, cuanto más nos ofrezcan de un determinado producto, menor es el interés por comprarlo e, igualmente, menor es su precio; y a la inversa. Y, si lo referimos al precio, como es obvio, a mayor precio menor demanda y menor consumo.

Aunque hay excepciones a esta ley económica, que no son sino la confirmación de la regla, en la política sucede tres cuartos de lo mismo: Cuantos más políticos hay en la arena, menor es el interés de los ciudadanos por la política.

Es posible que esa sea una de las causas de que el número de ciudadanos que se han pasado a la casta sea creciente, al igual que debe ser esta la explicación de que, cada vez, sean más los españoles a los que les trae al pairo la marcha de nuestro país.

Personalmente creo que buena parte de los españoles somos memos, por no entender que la causa de la mayor parte de nuestros problemas vienen de ahí y, en consecuencia, miramos para otro sitio cuando pasa lo que está pasando. Es como si pensásemos de forma derrotista que el destino está escrito y lo que tenga que pasar pasará.

Hace unos meses, di en pensar que no estamos en la vida para verla pasar, ni para sentarnos y ver que lo que pasa es el cadáver de nuestro enemigo. Creo que estamos en la vida para complicárnosla todo lo que podamos y para dejar detrás de nosotros algo más que dificultades para los que nos siguen. Y, por eso, creo que la política nos afecta y ha de importarnos a todos; no me refiero a participar como políticos en las labores de dirección del país, sino a interesarnos por el modelo político que utilizamos; o mejor dicho, por el modelo político que nos aplican.

Si la política es un producto de consumo para todos, y no duden que lo es, la mejor forma de que la política sea eficiente es que, en su ejecución, siga reglas semejantes a las que ya están establecidas para el mercado, casi desde siempre, sin que nadie las haya formulado expresamente.

Un ejemplo: Supongamos que consideramos la política como un servicio que ha de recibir la sociedad; semejante al mantenimiento de las carreteras, o a la fabricación del pan, o a la sanación de enfermos, o… cualquier servicio que nos presta otro y que necesitamos para vivir.

Al igual que sucede en todos los servicios que se prestan o mercancías que se producen, es esencial la ley de la oferta y la demanda, como regla que normaliza los mercados. Por eso, perseguimos y prohibimos los monopolios; porque la posición monopolista ignora todas las leyes del mercado y nos obliga, por la fuerza, a consumir aquel producto o servicio, sean cuales sean su precio, condiciones y calidad.

Imaginen, siguiendo este hilo, que la política se prestara por entidades o grupos de personas, semejantes a los partidos políticos; y que esos grupos le cobraran al Estado una cantidad previamente determinada por ejercer la política, responsabilizándose civil y penalmente de los incumplimientos del contrato.

En este caso, seríamos los ciudadanos los que otorgáramos ese contrato al grupo o partido que nos ofreciera el mejor proyecto al mejor precio y sabríamos, a ciencia cierta, qué adquiríamos, cuanto nos iba a costar y de qué modo lo íbamos a pagar.

En la actualidad, los partidos nos ofrecen el oro y el moro. Luego resulta que moros sí, pero de oro nada de nada. Antes de otorgarles nuestro voto, ninguno nos dice cuanto nos va a costar, luego, depende de lo que ellos consideren que necesitan para sí mismos.

Y, naturalmente, las consecuencias de ello las tenemos a la vista. Y si miramos un poco más lejos, hacia Grecia, supongan cualquier cosa. Luego, con esa locuacidad que caracteriza a los políticos, vendrán todos a explicarnos que la culpa no es de ellos. Y tienen toda la razón del mundo, la culpa es nuestra por caer una y otra vez en la trampa.

Y es por eso que, hasta que no cambiemos el modelo político y dejemos de pensar en las dos Españas, como si estuviéramos en un siglo atrás, los efectos de la política serán los que corresponden a las mismas causas que existían años ha.

José Ignacio Sánchez Rubio

Presidente de NOSOTROS y TU

www.nosotrosytu.es

 

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Votofumeiro

Lo del título, ni es un error ortográfico, ni es un galicismo, es simplemente una manera de expresar la sensación de derrota, que me ha invadido una vez mas; ahora, al leer en http://www.abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20150612&idn=1621265409754 el artículo de Hermann Tertsch «Hacia la anomalía española total».

Y lo del título es fácil de suponer; inventen cada uno de Uds. la definición que les parezca, de ese palabro que podría atribuirse a Don Camilo. Una definición plausible podría ser: Hacer una hoguera con los votos.

Porque, la verdad, para lo que nos sirve votar…

La primera cosa que hacemos mal, es no exigir la votación forzosa. El voto forzoso, nada tiene que ver con la limitación de la libertad, ni tampoco resulta insoportable como pueda ser pagar impuestos, que sí es obligatorio. Si el voto fuera forzoso, si votara la totalidad del electorado, el resultado de las elecciones y consultas sería el real y no el aparente que resulta de contabilizar solamente los votos depositados, una buena parte de los cuales corresponde seguramente a los mamones que nos gobiernan y a los paniaguados de que se rodean.

Si el voto fuera obligatorio, podríamos decidir, eclécticamente, si España es el país que deseamos o preferimos irnos a otro, porque el resultado señalaría qué es lo que desea la mayoría.

Yo, personalmente, no me quedaría en un país en el que la mayoría lo que desea es que los demás trabajen y paguen, para que ellos vivan opíparamente, entre otros motivos porque, siendo mayoría ellos, la lógica indica que sería yo el único que quedaría para mantener a esa tropa de haraganes.

Pero la paradoja es que, si no sabemos cuantos desean aquello y cuantos, por el contrario lo que desean es un país en libertad no exento de generosidad para sus compatriotas mas débiles, puede darse la circunstancia nunca sabida, de que esa colección de mangantes sean muchísimos menos, en cuyo caso habría que modificar la definición de democracia.

Por eso me pregunto si, para salir de dudas, no habría que modificar a toda prisa la Ley Electoral antes de las próximas elecciones generales para que, obligándonos a todos a votar y suprimiendo la artimaña del sistema D’Hont, nos indicara a todos en que confuso país estamos aposentados.

Pero, claro, eso es harina de otro costal.

 

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¿Derecho a una vivienda digna?

PropiedadesUna de las cuestiones sociales que mayor número de trifulcas ha originado, es esa falacia constitucional que se predica en el artículo 47 de nuestra Carta Magna. Ese artículo predica el derecho de todos los españoles a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.

Eso «disfrutar» está bien y, desde luego cuadra con lo del DERECHO, sustantivo que es el mas utilizado en la Constitución. Si Ustedes tuvieran la paciencia de contar el número de veces que se utiliza, verían que son 126 las veces que aparece, frente al opuesto de OBLIGACION, que solo lo van a encontrar 11 veces.

Y esa, y no otra es la cuestión. Los constituyentes, como los ilusionistas, nos llenaron la cabeza de humo con esto de los derechos y, como verdaderos saltimbanquis del marketing, evitaron hablarnos de obligaciones.

Hasta el mas tonto, sabe que cada derecho de uno tiene el contrapeso de una obligación de otro por lo que, difícilmente, con la proporción que acabo de señalar, a nadie se le puede ocurrir pensar otra cosa que esto de los derechos es otra engañifa política mas.

Precisamente, de ese embeleco viene valiéndose la tropa de políticos que nos asalta en cada esquina, para hacernos creer que nos van a hacer la vida mas fácil a todos. Es mas, de esa argucia se han valido, entre otras, la última generación de  asaltacarteras, que al amparo de la okupación inmobiliaria se han hecho con buena parte de los cargos públicos en las tres últimas elecciones.

Pero, seamos sensatos y pensemos con serenidad. Ningún Estado moderno, creo yo, puede dejar a sus nacionales abandonados cuando les falte comida, vestido o techo. Lo que no creo que proceda es predicar esto como un derecho de los españoles. Con el permiso de Uds., tal y como yo lo veo, es como una OBLIGACION DEL ESTADO porque, si no, ¿para qué queremos el Estado si no es para protegernos?.

Es muy cómodo, diseñar un amplísimo catálogo de derechos para los ciudadanos (los juristas los clasifican en cuatro generaciones), y luego hacer mutis por el foro sin señalar quienes son los obligados a satisfacerlos. Y, obviamente, pasa lo que pasa; enseguida aparece quien, a su conveniencia, señala a los necesitados la dirección que tienen que tomar para cobrarse lo que se les debe: sus derechos. Hoy hablamos de techo, y enseguida aparecen caudillos que arengan a sus hordas para que se apoderen de las viviendas vacías; pero si hablamos de alimentos, solo tenemos que cambiar el destino por supermercados… y pueden Uds. seguir poniendo ejemplos.

Amigos míos (y enemigos también), esa no es ni la cuestión ni la solución. La cuestión es que, efectivamente, nuestro Estado (¿y quien es nuestro Estado?), no puede dejar abandonados en la miseria a otros compatriotas nuestros que, por adversidad, han caído en esa situación. Pero es el Estado el que tiene que cumplir con esa obligación, no ese otro español que, en lugar de gastarse sus ahorros en otros vicios, los dedicó a adquirir una vivienda para alquilarla.

En otro caso, que me expliquen para que elegimos a los políticos y para que pagamos impuestos.

Lo normal es que si una senda toma una dirección, el destino se encuentre en esa misma ruta y, tal como yo lo veo, la dirección que llevamos es la de que nos gobierne un partido con las siglas L.U. Ladrones Unidos, vamos.

A no ser que nos juntemos todos los españoles con sentido común (yo creo que somos mayoría), y les plantemos cara.

www.nosotrosytu.es Partido Político Español.

 

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Los guardianes del Leviatán

LDsmallEn estos días que siguen al resultado de estas últimas elecciones, se ha apoderado de mi mente el Leviatán, aquella figura bíblica que ya hace mas de tres siglos atormentara a Thomas Hobbes.

 Desde que a finales de 1.978 se pusiera en marcha el proceso de transformación democrática, con la aprobación de la Constitución Española, que muchos de nosotros respaldamos a regañadientes para no resultar un freno en el cambio, el manejo de la política se ha convertido en una forma de vida para muchos cientos de miles de oportunistas sin escrúpulos.

Hasta aquí, esto no es nuevo; somos conscientes de que la sociedad española se ha convertido en una selva en la que, como también mantenía Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre.

La cuestión es que se está jugando, por parte de los políticos, una partida sin sentido en la que no hay premio alguno para el ganador, porque todos somos perdedores; en otras palabras: el ganador conseguirá una victoria pírrica. Pero lo peor de todo es que el coste de esta contienda lo pagamos todos los españoles.

Comparaba Hobbes al Estado, con el Leviatán, un monstruo creado por todos nosotros; unos de forma activa, haciéndolo crecer, y otros pasivamente, consintiéndolo. La cuestión es que el Leviatán que nos atenaza no se guía por un sentimiento religioso, ni político, ni tampoco social; esas características se utilizan solamente para camuflarse oportunamente y mimetizarse en la conciencia de cada uno de los que estamos manteniendo al monstruo.

El auténtico motivo de la existencia del Leviatán y de su crecimiento, es únicamente económico, pero no del Leviatán que es tan mísero como poderoso. La existencia del Leviatán se justifica en el enriquecimiento sin límite de sus guardianes, esos cientos de miles de políticos, que nosotros mismos hemos elegido para que desempeñen el papel de rémoras que viven y crecen al amparo de un depredador.

Los guardianes del Leviatán, para conseguir acceder a tal situación o a permanecer en la misma, recurren a dos viejos ardides, tan antiguos como el mundo mismo: La unión hace la fuerza, y divide y vencerás. Así, primero se asocian para atraer al máximo número de ciudadanos; después nos ofrecen diversas opciones a guisa de cebo y, finalmente, nos persuaden de que tenemos derecho a que todas las opciones estén custodiando al Leviatán.

El resultado final es que ese Estado, que debería existir para el beneficio de todos los habitantes, se convierte en un Leviatán negrero, que esclaviza económicamente a todos los ciudadanos excepto a sus guardianes.

No nos engañemos, los fenómenos distorsionadores como el independentismo, el terrorismo, o aquellos otros como el jaujismo (convertir España en un país idílico), no son otra cosa que cebos que ponen en sus artes de pesca los guardianes del Leviatán, para conseguir el mayor número de esclavos o, en su caso, para conseguir cada grupo de guardianes su Leviatán exclusivo.

La cuestión es que el mecanismo viene funcionando gracias a la ingenuidad y a la obstinación de la mayoría de nosotros en hacerle el juego a los políticos. Ingenuidad porque, sorprendentemente, una y otra vez nos tragamos el cebo de las promesas electorales; y obstinación, porque siendo el Leviatán una bestia propiedad de todos los españoles, una y otra vez lo dejamos al cargo de unos guardianes (siempre los mismos) a los que no vigilamos. Y ya conocen Uds. el refranero: Hacienda, tu amo te atienda, y si no, que te venda.

Muchos españoles, la mayoría, vivimos de espaldas al Leviatán, como si no existiera, limitándonos a no irritarle para que no se vuelva contra nosotros. Y el Leviatán sigue creciendo y aumentando de tamaño, y con ello cada vez necesita mas guardianes, y cada vez el coste de su manutención resulta mas elevado, y…. cada vez hemos de repartir ese coste entre menos españoles.

Yo sigo preguntándome en qué lugar de nuestro intelecto se encuentra ese punto de estupidez que nos impide juntarnos a todos los que íntimamente nos rebelamos contra el Leviatán y, por el contrario, seguimos consistiendo este dislate.

Al día en que escribo estas líneas (26/5/2015), se han inscrito en el Ministerio del Interior Español 4.678 partidos políticos. Tal vez la solución al exterminio de este Leviatán, frívolamente considerado, llegue cuando este número sea de 47 millones. De esta forma, no cabe duda que la democracia sería perfecta y, además, imagínense un Leviatán con 47 millones de guardianes. Supongo que en ese escenario, el Leviatán estaría amordazado por la mayoría.

Conciudadanos españoles, a beneficio de la herencia que dejaremos a nuestros sucesores, les pido que abandonen su pasividad; y si me preguntan que es lo que he hecho yo para contribuir a que no terminemos devorados por el Leviatán, les contestaré que a mis cincuenta y tantos años, sin haber estado nunca en política activa, he plantado un banderín de enganche desde donde cualquier español pueda enfrentarse a los guardianes del Leviatán, evitando con ello que España desaparezca engullida por la voracidad de ese monstruo. Ese banderín, es uno de los 4.678 partidos políticos, se llama “NOSOTROS y TU” y pretende acabar con ese ejercito de guardianes profesionales.

Me llamo José Ignacio Sánchez y, simplemente, soy español.

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Los partidos políticos

nosotros copiaLa Real Academia Española recoge en su diccionario 12 definiciones del sustantivo partido. Si nos referimos a un partido político, la única posible es: “Conjunto o agregado de personas que siguen y defienden una misma opinión o causa”.

Si se asoma Ud. a la Web del Registro de partidos políticos del Ministerio del Interior https://servicio.mir.es/nfrontal/webpartido_politico.html, no se sorprenda cuando compruebe que, al día de la fecha de este artículo, hay registrados 4.400 partidos. Tampoco se quede pasmado si al volver a revisarlo unos días más tarde, se encuentra con que esta cifra ha crecido.

A la vista de ello, cabe preguntarse si no sería una buena solución para España que hubiera 46.725.164 partidos, uno por habitante empadronado.

No crea que me he vuelto loco. Si hoy existen 4.400 partidos, habrá que entender que aquello de derecha e izquierda ya nos queda corto. Imagino que para que haya 4.400 partidos (supongo que con sus correspondientes seguidores), será porque hay 4.400 formas de entender la vida en nuestra sociedad.

Y si sigo ahondando en la especulación y, por no desagradar a los de izquierdas ni a los de derechas, establezco como hipótesis que la mitad son de derechas y la otra mitad de izquierdas, me encuentro con que siguen saliéndome 2.200 formas de entender la política en cada uno de esos lados de la balanza.

Y era por eso que me preguntaba yo, si no sería mejor que hubiera 47 millones de partidos políticos unipersonales. Si existen las sociedades mercantiles unipersonales, por qué no pueden existir los partidos políticos de un solo militante.

Verá Ud., con esta fórmula, se acabarían muchos problemas, aunque ciertamente aparecerían otros. Para empezar, nos ahorraríamos una pasta larga en las campañas electorales, porque ¿quién iba a gastarse un duro en publicidad, carteles, mítines…, sabiendo que cada uno iba a votar a su partido?. Por otra parte, eso sí sería la democracia perfecta, porque votaríamos todos y, además, en cada partido se elegiría al candidato democráticamente.

Lo interesante vendría a la hora de contar los votos, porque lo más probable es que hubiera un empate para cada puesto político con lo que, a salvo de mejor solución, gobernaríamos todos al alimón y la forma de gobierno sería absolutamente democrática.

A que todo esto le parece a Ud. un disparate. Pues tiene razón, es un desatino; exactamente igual que el punto a que hemos llegado en España.

Hay españoles que quieren dejar de serlo, pero no faltan extranjeros que quieren convertirse en españoles. Nos vuelven locos ahora con campañas electorales y, como otras veces, seguimos cayendo en el timo del toco-mocho. Todos los que están gobernando ahora se gastan un dineral en publicidad (que lo pagamos nosotros) anunciando que nos bajan los impuestos y en cuanto pasan las elecciones nos los vuelven a subir. ¿Quién entiende esto?. Pues la respuesta es muy sencilla, lo entienden los políticos que, llegando las fechas electorales se disputan nuestros votos para luego pasárselos por el arco del triunfo.

En fin, amigos, que ni se muere padre, ni cenamos.

ignacio@nosotrosytu.es

 

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Políticos contra Jueces: 964 – 11

Como si de un encuentJusticiaro deportivo se tratara, se me ocurre pensar en que la Justicia, como el tercer poder independiente del Estado, según preconizaba Montesquieu, tiene todas las de perder frente a los otros dos poderes, que encarnan la suma del legislativo y el ejecutivo; vamos, y hablando en plata, contra los políticos.

Me llega un comunicado conjunto de dos Asociaciones de la Judicatura: La Asociación de Jueces Eventuales de Cataluña (ADJUDICAT) y la Asociación de Jueces Concepción Arenal (AJCA).

Les recomiendo su lectura, porque no tiene desperdicio.

Expone el documento cual es la situación de la Justicia en España y la verdad, es para plañir. Y la cuestión es que tienen razón los jueces cuando señalan cuales son las causas de esta calamitosa situación.

Pero, con mucho, lo que mas me ha llamado la atención, y nunca había reparado en el dato, es el número de jueces que tenemos en España. Según el informe, y no tengo motivos para dudar de su certeza, en España tenemos 11 jueces por cada 100.000 habitantes, cifra que contrasta nítidamente con la media europea que es casi el doble, 21 jueces en la misma proporción.

Y si comparamos con otros países de la UE, el número de políticos (no funcionarios) que tenemos en nuestro país resulta que, mientras en España la plantilla de políticos alcanza la nada despreciable suma de 964 por cada 100.000 habitantes, en Italia tienen 333, en Francia 307 y en Alemania 125. En estas circunstancias, es de cajón, así nos va.

Pero, voy mas allá. Comencé este artículo comparando la confrontación de los jueces y los políticos con un encuentro deportivo; y ello, porque la función mas importante de los jueces no es la de atender y resolver las reclamaciones de los particulares entre sí, sino la de servir como freno y contrapeso de los otros dos poderes del Estado: El Legislativo y el Ejecutivo (vamos, los políticos).

Y es que el cuerpo judicial, es nuestra única (y última) herramienta de defensa contra los abusos de la autoridad política que, teórica y paradójicamente, la elegimos nosotros (no confundir con NOSOTROS [www.nosotrosytu.es]).

Y por eso, les invito a imaginar un partido de futbol, entre jueces y políticos. Como en el futbol la extensión máxima del campo es de 1 hectárea y juegan dos equipos de 11 jugadores, en este caso, el campo habría de tener una superficie 48 veces mayor y dos equipos: el de los políticos, con 964 jugadores y el de los jueces, con 11. ¿Se atreven a dar un pronóstico del resultado?. Evidentemente, el árbitro de este encuentro serán siempre los políticos, que son los que hacen las reglas de juego y los que nombran a los jueces.

Y para terminar, me hago una reflexión que traslado a Uds. ¿En estas condiciones, creen que podemos llegar a algún sitio decente mientras no cambiemos entre todos este sistema de gobierno?

Mi respuesta es NO y por eso estoy en NOSOTROS (www.nosotrosytu.es)

Mis mejores deseos y… que Dios nos coja confesados.

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Los cincuenta y tantos…

LDsmallLa Constitución Española actual, madre del resto de las normas que rigen nuestro ordenamiento jurídico, fue aprobada por aquellos de nosotros que ya pasa de los cincuenta y cuatro, o sea, por todos los que ahora mismo tienen cincuenta y tantos, y en los tantos cabe cualquier número mayor de 4.

A estas alturas, yo me pregunto quién o quiénes son los culpables de todo lo que nos está pasando en España. Y la respuesta que me doy, tal y como yo lo veo, no puede ser mas concluyente: los culpables somos todos los que tenemos cincuenta y tantos; igual da que sea Ud. hombre o mujer, culto o tonto, rico o pobre…; si tiene Ud. más de cincuenta y cuatro años, tiene su parte alícuota de responsabilidad, y de culpa de lo que está pasando en España y de la situación en que nos encontramos.

Y esa culpabilidad que tenemos todos los que nacimos a partir antes de 1.961 puede ser activa o pasiva; activa si Ud. participó de alguna manera en política, y pasiva, si pertenece al amplio grupo de los que no participamos, por consentirle a los primeros que nos hayan llevado a este atolladero.

Sí, si tiene Ud. cincuenta y tantos (yo los tengo), no mire para otro lado; no adopte la actitud del avestruz que cuando ve peligro esconde su cabeza debajo del ala, no haga suyo aquel refrán tan español que dice que ojos que no ven corazón que no siente.

Si tiene Ud. cincuenta y tantos (yo los tengo), es Ud. culpable, por activa o por pasiva, de esta herencia envenenada que le dejamos a los que nos siguen en edad.

Y por todo eso, y por nuestra culpabilidad, a todos los que tenemos cincuenta y tantos (yo los tengo y los seguiré teniendo hasta que muera, porque a partir de los cincuenta los englobo todos en y tantos), a NOSOTROS nos toca enmendar el mal producido.

Así que, si tiene Ud. más de cincuenta y cuatro años, está obligado para con el resto de los españoles a corregir el entuerto.

Pero, si a estas alturas le he convencido y no ha dejado de leer líneas atrás, probablemente se preguntará como se hace eso, de qué forma puede Ud. expiar su culpa; pues lectora o lector cincuentón, solo hay una forma: uniéndose a todos los que hemos contribuido a producir este descalabro, para impedir que esto vaya aun a peor, que es lo que parece que se nos avecina.

Esta situación, no puede solucionarse cambiando a los políticos que nos gobiernan por otros (igual da el partido), porque, inexorablemente, se cumplirá aquella regla que dice que otro vendrá que bueno te hará. Esto solamente se corrige cambiando el modelo de gobierno de la sociedad, que pusimos en marcha todos los que tenemos más de cincuenta y cuatro años. Instaurando otro sistema distinto en el que no dejemos que los que elijamos para gobernar nos impongan, una vez elegidos, la forma de vida que a ellos les convenga y que, generalmente, es totalmente distinta de la que nos habían prometido.

Y por eso, yo que tengo cincuenta y tantos años, que soy tan culpable, por pasividad, como todos los que me acompañan en edad, estoy poniendo mi grano de arena para corregir el entuerto: Me he asociado a NOSOTROS y TU, desde donde pretendemos darle a España el giro necesario que, como digo, no consiste en cambiar de personas que nos gobiernen, sino en cambiar de sistema.

Y si Ud., lector, no llega a los cincuenta y tantos, permítame decirle que también tiene parecida culpa, activa o pasiva, por haber vivido en España participando en política o consintiendo su forma de gobernar a los que lo han hecho. Así que, también Ud. está obligado moralmente a participar en esta regeneración de que le hablo.

Si Ud. no quiere participar en política, al menos venga a NOSOTROS y sea uno más. Fíjese que la democracia real consiste en que la forma de vida general la marque la voluntad de la mayoría; pero de la mayoría de todos, no solo de la mayoría de los que participan en política y que son minoría respecto del conjunto.

Y, además, minorará su culpa si traslada a todos los de su alrededor estas reflexiones.

Soy José Ignacio Sánchez Rubio, tengo cincuenta y tantos años y soy español, pero no estoy orgulloso de la España que dejamos a nuestros sucesores; esta es mi mea culpa y por eso estoy en NOSOTROS y TU

www.nosotrosytu.es

@VenANosotros

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¿Partidocracia o partidodura?

He mirado y remirado en el diccionario de la RAE y en media docena mas de diccionarios, buscando la definición de “Partidocracia”, vocablo que encontramos con frecuencia en opiniones escritas y orales. Y no lo he hallado.

Me interesaba mucho saber por qué últimamente esta palabreja es de las mas abundantemente empleada en los medios de comunicación.

Todo induce a entender que el invento pretende caricaturizar el sistema político con cuyo nombre tanto se les llena la boca a los políticos: la democracia.

Democracia sí que aparece en todos los diccionarios y su significado entraña la intervención del pueblo en el gobierno.

Otro vocablo que también se encuentra en todos los diccionarios, regularmente definida como el gobierno de un país obviando la voluntad popular es la dictadura.

Por eso, no alcanzo a entender por qué, puestos a inventar, no dicen “Partitodura” en lugar de “Partidocracia”.

Y me explico; hay tantas similitudes entre esta “partidocracia” y la dictadura que me resisto a creer que haya gente que se trague esto de la democracia.

A saber:

Tanto la dictadura, como la partidocracia tiene seguidores entre la ciudadanía; al menos la de los que gobiernan y todos sus adláteres que viven merced a los favores del Estado.

Ni las dictaduras ni la partidocracia carecen de leyes, pero las existentes se dictan ad-hoc por los gobernantes y, en general, no se las aplican ellos mismos.

En ambos regímenes de gobierno existen los tres poderes del Estado: El legislativo, el ejecutivo y el judicial, pero todos ellos se eligen por parte del dictador o el partido, no por los propios ciudadanos.

El dictador, al igual que el partido, gobierna según su entender, no de acurdo con la voluntad popular.

La dictadura arenga a las masas con soflamas populistas. Es lo mismo que hacen los partidos, que prometen lo que el pueblo quiere escuchar pero luego hacen todo lo contrario.

La dictadura es única y supervive gracias a las alianzas del dictador con los poderosos, la “partidocracia” persigue el monopolio del gobierno y para ello no duda en establecer las alianzas que resulte preciso, incluso aunque resulten antinaturales.

Y, finalmente, tanto la dictadura como la “partidocracia”, buscan el bienestar y el crecimiento de ellos mismos, no el del país que gobiernan.

Por eso es por lo que me hago la pregunta del encabezamiento.

Llegados a estas alturas, créanme Uds. que si queremos salir del marasmo, no nos quedará otro camino que emprender una reforma del sistema de gobierno, que no se base en las personas, sino en la voluntad de los ciudadanos, canalizada por los partidos; pero han de ser los ciudadanos los auténticos dueños de los partidos y no meros instrumentos de los que solo hay dos cosas utilizables: su voto y su dinero. Con el primero, se da la apariencia de bondad del sistema, con el segundo se consigue, por parte de los dirigentes, el mantenimiento de la estructura en la que se apoyan y su propio enriquecimiento personal.

Y ya, metidos en estas disquisiciones, cabe preguntarse ¿Y cómo se consigue la verdadera democracia?

La solución, compleja y difícil de implementar, la tenemos en NOSOTROS y TU como declaración de principios. Si Uds. lo desean, se la diré después de la publicidad… como indican en mas de un programa de televisión.

http://www.nosotrosytu.es

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